OSCURIDAD Y SOLEDAD, LA OTRA CARA DE LA NAVIDAD

Por Diego Alejandro Londoño Molina


Este relato de contrastes cuenta la historia de don Hugo, uno de los tantos habitantes de la calle de nuestra ciudad, quien prefiere vivir de los buenos recuerdos de la niñez para acompañar esta época de soledad navideña, así la defina como una fiesta que nunca debe acabar.

“Llegó diciembre con su alegría, mes de parranda y animación, donde se baila de noche y día, es solo juergas y diversión…”.
El ruido de los voladores retorna nuevamente para ensordecer la ciudad, los globos que evocando estrellas se elevan como sueños, las luces como luciérnagas parpadeantes saltan a ritmos pulsantes cautivando miradas curiosas. El alma de la ciudad se transforma inesperadamente y cada año, más pronto, se cubre de matices vistosos, se pinta de colores alegres y olores inconfundibles, creando una escenografía perfecta. Por sus calles circulan nuevamente las carretas con surtido de chispita mariposa, la imagen del célebre y aclamado Papa Noel que llena de esperanza y alegría cada uno de los rostros de los niños que esperan ansiosos, rodea el transitar constante de nuestro recorrido. La urbe, con protagonismo, actúa impaciente con el pasar de los días.

La celebración se torna violenta, dos puñaladas y un río de sangre causan terror y curiosidad entre los partícipes; el marrano está listo para ser el plato fuerte de los asistentes al parrandón; la banda sonora de este festín liderada por Pastor López acompaña los pasos de cada una de las parejas; los niños corren de un lado a otro felices con sus regalos; la pólvora resuena en el barrio Doce de Octubre.

El pavo y vino listos en la mesa, los regalos bajo el árbol de navidad, la música a bajo volumen, los diálogos fuera del contexto navideño acompañan la nochebuena de la familia Santamaría en el barrio El Poblado.

Doce en punto de la noche, las líneas telefónicas colapsan, la fraternidad familiar reluce entre las copas y el ruido, mientras la soledad habita en otros como su única compañera. Avenida La Playa, don Hugo León Zapata alista los plásticos para dar calor a sus pies sucios y cansados, mientras el frío de la noche hace guiños con el olor del anís y los pasos constantes de la gente que pasa, que mira y no siente.

La calle huele a humedad, sin embargo son más de las doce y no se volverá a casa. Son historias que nadie cuenta, que la ciudad envuelta en un manto de luces esconde, imágenes que no se borran y un estigma social que se mantiene. Es el período de dar y recibir por montones, sin embargo, aún se ven manos buscando monedas, para seguir intentando vivir viviendo, como parte de un paisaje triste ya constituido en la ciudad.

Don Hugo León es un hombre de 50 años; culto, inteligente, amigo de la literatura, de la música clásica, la salsa y el jazz. Estudió música en la Universidad de Antioquia desde los 15 años y Filosofía y Letras años después en Bogotá. En su rostro se ven las marcas de la experiencia y el sufrimiento, su chaqueta estilo 80s lleva las marcas del tiempo. Al describirse, dice que sus ojos reflejan la mirada de José Asunción Silva, el gran poeta bogotano; el cabello de Johann Sebastián Bach, a quien considera el mejor compositor e interprete de música clásica en la historia y su alma se la deja al Che Guevara, con el que se identifica profundamente.

Luego de vivir durante varios años en Bogotá y de llevar una vida tranquila vendiendo libros, se lanzó de concejal, pues sentía que sus ideales revolucionarios podían mejorar la situación del país, “cosa que no le gusto mucho a los paras” quienes atentaron contra su integridad al pasarle un carro por las piernas, impidiéndole la posibilidad de volver a bailar, una de sus grandes pasiones. Regresó entonces a Medellín afectado y huyéndole a la muerte, pero no encontró la vida que dejó al partir, sus padres ya no estaban, su hermana estableció una vida lejos de la ciudad y su querido barrio Castilla al noroccidente de Medellín ya no era el de antes. Entonces encontró en la calle un refugio para salir de la realidad y de los problemas que prefiere no recordar.

Se encuentra siempre en los alrededores de la avenida La Playa, que además de ser un sector histórico para la ciudad y el punto de encuentro en la época navideña para transitar y admirar el brillo de su belleza, es donde don Hugo vive hace dos años, come y sueña al igual que muchos otros habitantes de la calle. Se le ve siempre sentado sobre un sofá improvisado; su cobija envuelta en una bolsa, lleva consigo cartones para sus visitantes ya que dice que "La comodidad y el confort son lo más importante para una buena conversación”.

Los recuerdos de las navidades de don Hugo en la niñez en el barrio Castilla, son hermosos e inolvidables. “Eran celebraciones por lo alto, se bebía, se comía y se bailaba de lo lindo al son de Oscar de León, La Sonora Matancera, Fania All Stars. Se pasaba de maravilla, bendita sea la navidad, malditos los enemigos de las fiestas. No podré olvidar la fascinación que me causaba el musgo y su olor”, decía con sus ojos puestos en el pavimento.

Igualmente describe la navidad con la palabra Alegría; como el significado de grandes recuerdos que acompañan los terribles momentos de la vida: “Son los recuerdos de la navidad y la misma navidad como un bálsamo para la vida, nos ayudan a mejor morir, porque ni modo de prometer victorias. Es un apoyo emocional para los momentos difíciles”. Su pasada navidad no la celebro como quería; con sus amigos en medio de la música, el baile, comida y licor. El temor de regresar a Bogotá y poner en riesgo su vida lo obligó a pasarla en Medellín. “Fueron días en los que recordé buenos tiempos, la pase con mis amigos de la calle, a pesar de las dificultades no puedo desfallecer y seria absurdo revivir el personaje del cuento Charles Dickens que odiaba la navidad”.

Mientras la noche del incesante recuerdo se convierte en el cálido amanecer, se ven los resultados de la celebración y la fiesta relucir entre los cúmulos de basura en los rincones de las calles. El frío, el hambre y la sed hacen de las suyas sin excepción alguna; escondiéndose de esta realidad vive don Hugo, esperando al igual que todos los días dedicar su tiempo a naufragar entre la literatura, a contar sus fabulosas historias a quien este dispuesto a escucharlas y a embriagarse con el sabor del tinto negro y el Pielroja sin filtro.


Su situación actual es mas bien un conflicto entre el presente y el pasado, pues a pesar de ser un hombre optimista con un gran ego, su realidad compite con su imaginación; el tema de vivir en la calle no lo considera un problema, sino mas bien una oportunidad “Hay ciudadanos que se mueren en la calle, no lo digo por el caso mío pues yo lo resolvería muy fácil, tengo dos carreras y no tendría problemas económicos. Estoy acá porque veo muy mal a mi ciudad”

La próxima navidad no sabe si pasarla en Bogotá en compañía sin duda del alcalde electo Samuel Moreno Rojas, sus amigos y su partido el Polo Democrático Alternativo o acá en su ciudad natal, de serlo así, la celebración seria en enero “Pero de que la celebro, la celebro” dice con una risa seguida de una tos seca que no lo deja concluir.
En la época de felicidad y alegría, el concepto de pobreza y necesidad para los habitantes de la calle trasciende y se convierte en una situación personal, que busca contrarrestar el hambre de soledad. “En la calle existe un grado de amistad, por el hecho de compartir situaciones y circunstancias, en estas épocas se vive en una forma de camaradería entre nosotros los habitantes de la calle, pero prefiero vivir de los bonitos recuerdos de la niñez para poder seguir definiendo la navidad con adjetivos que la valgan”.

Situaciones e historias como la de don Hugo se ven en la cuidad, en medio del bullicio, del transcurrir de los transeúntes desapercibidos, entre la comida y el licor, la luz y la oscuridad, la felicidad y la tristeza. Recurrimos entonces a la palabra como recurso para aliviar el dolor del alma de tantos y quizá la conciencia del verdadero significado de navidad en unos pocos; para no seguir cantando ni viviendo la misma situación.
“Otra vez navidad, Otra vez soledad, En la calle la gente solo lleva en su mente regalar, perdonar…
Todos llevan una ilusión, todos tienen fe y devoción, todos tienen un alguien y yo no tengo a nadie, sino mi soledad…”.




3 comentarios:

Ana dijo...

Es un articulo muy trabajo, hecho con el corazón y siempre pensando en que quedara excelente. Como estuve mas cerca que nadie a Diego cuando lo escribio, me di cuenta que valoro cada palabra, defendio su estilo y se esforzo hasta lo ultimo para que quedara como queria. Se aprendieron muchas cosas y este es mi articulo preferido de todos los que has hecho por todo lo anterior y porque terminarlo fue empezar nuevamente pero mas seguro, tesito y siempre mas cerca de tu sueño. Pues que articulo mas bacano, aunque don hugo no fue lo que esperaba tu si lo fuiste y mas....

Anónimo dijo...

Un artículo alucinante, está escrito con la piel, con los ojos y el olfato. Este no es un artículo, es un tango hecho prosa, un lamento vertido en frases que se tejen una a unA para mostrarnos finalmente la trama de la soledad y la urdimbre de la sociedad.

Me encantaría seguir leyendo cosas tan impactantes como esta.

Saludos Diego

Pablo Villegas
LA MONTAÑA GRIS

Naty Mazo dijo...

el artículo me pareció super bueno, hubo mucha investigación y creo q logró su objetivo q desde mi punto de vista era mostrar los distintos entornos en los cuales se vivía la navidad. La entrevista de alguna manera reforzó eso. En conclusión me pareció excelente poder leer un artículo de este tipo en internet y no la basura q siempre ponen.
Ojalá q sigan publicando artículos así de buenos y con tanto contenido.