Por Diego Alejandro Londoño Molina
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Son las ocho en punto de la mañana y me dirijo hacia el cuarto piso del Centro Administrativo Municipal de itagüi CAMI, donde esta ubicado el Juzgado Primero Penal Municipal. Es una mañana gris, fría, el ruido del tráfico aturde la gente, que pasa desprevenida. En solo un segundo estoy rodeado por una gran mole, todo un bosque con pinceladas de cemento. Ingreso al recinto, camino despacio, el aire se torna denso, hostil, la palabra en susurros espía la confrontación, la suerte vuelta un sueño invade cada una de las salas de audiencia.
Los casos e historias existentes en este lugar son miles, comunes para quienes lo frecuentan, inusuales para otros que a diferencia, evaden o ignoran. De todos estos casos la gran mayoría son acciones de tutela, afirma el escribiente del juzgado Juan Alberto Zapata; esto se debe probablemente a su trabajo por la defensa de los derechos humanos y que están fácilmente al alcance de todos los ciudadanos, entre ellas las más frecuentes a su vez son las relacionadas con el derecho fundamental de la salud.
Me encuentro con una historia especial, me llama la atención porque muestra la realidad de como el derecho a la salud se ve degradado totalmente hasta el punto de presión, en ocasiones estos casos quedan en la impunidad por falta de información y conocimiento de nuestros derechos fundamentales. Es el caso de un taxista de 24 años, que luego de una angustiosa y sufrida espera, encuentra la tranquilidad y la oportunidad con la que sueñan cada uno de los pacientes que necesitan un riñón para vivir, luego de la espera por fin recibe su trasplante; fue muy afortunado, ya que según
A principios de
Proferido el fallo, en este caso a favor del denunciante, se conceden 48 horas correspondientes a cinco días laborales para que
Al ver la sencillez en el tramite e intervención de una acción de tutela se puede pensar que no es de completa efectividad, pero por ser el único mecanismo para la defensa de los derechos fundamentales no se queda en un simple fallo, trasciende hasta el punto que en casi la totalidad de los casos se vela y restaura la integridad de la persona. Luego del fallo existe otra intervención penal insistente y verídica que toma decisiones más radicales; si no se cumple con el fallo, el denunciante debe recurrir nuevamente al juzgado y este sancionará por desacato a la persona responsable de la entidad que no procedió conforme a lo ordenado y se adoptarán directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento del fallo otorgado; en este caso a la gerente de
Como medida inmediata y como si lo más importante no fuera la vida del paciente sino la libertad del denunciado, el paciente recibe una amable llamada de su EPS y la droga que tanto espero llega por fin a su casa, para demostrar con un poco de cinismo el contacto que
De esta manera, la degradación total de la prestación de servicios vitales en nuestro país, llega al punto que importan más los intereses económicos de un colectivo, que la vida y la integridad física de un individuo. La labor bajo presión se ha convertido en el detonador que remedia los daños de una forma irónica, resignada, insensible, manteniendo así su perfil de buen trato, servicio, cuidado y atención con los pacientes.
Al final, al salir de esta hipnotizante y desconcertante historia que se esconde tras un cúmulo de papeles empolvados, enumerados, vacíos de sentimientos y esperanza, que piden un poco de atención, sigue latente el corazón de un hombre luchador que vio su vida como algo más que un sueño por cumplir, que no se dejo vencer tras las adversidades, que pensó en su familia y su integridad y encontró en la acción de tutela, un mecanismo de defensa que creía no existía en una sociedad de injusticias a flor de piel.
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